sábado, 5 de marzo de 2011

Sobre normas y límites

Al gobierno español se le puede llamar de todo menos aburrido. Se empeña, un día sí, y otro también, en proporcionarnos temas de conversación que producen intensos debates.

Y es que, cuando el país todavía permanece dividido en dos bandos por culpa de la ley antitabaco, se ha sacado de la manga otra norma que ya está dando mucho que hablar. Me refiero a la limitación de velocidad en autovías.

Esta medida, que tiene carácter temporal, reduce la velocidad máxima en autovías de 120 kilómetros por hora a 110. El objetivo, reducir el consumo de combustible, con el ahorro consiguiente en la factura petrolífera. Por no comentar que el medio ambiente alguna mejoría notará.

Y al igual que con el tabaco, el país se ha dividido en dos mitades antagónicas. Los que están de acuerdo con las tesis y los cálculos del gobierno tienen que discutir con los que afirman que se producirán más atascos, y los que se creen con el derecho de ir a la velocidad que quieran.

Yo considero que la discusión tiene una trampa desde el principio. Se protesta por la reducción de un límite que no era respetado por buena parte de los conductores que utilizan las autovías. Son precisamente los que más protestan por el cambio de norma los que menos respetaban el límite anterior, lo que hace pensar que este lo respetarán del mismo modo… sólo cuando pasan por un radar.

Últimamente nos creemos con derecho a todo, cuando se nos limita algo por el motivo que sea, por muy válido que sea ese motivo, ponemos el grito en el cielo criticando al estado controlador, si multan para hacer cumplir la ley, nos quejamos del estado represor. Y quien no respeta esta clase de normas, considera intolerante a quien pide que se respeten.

Con estas cuestiones surgen contradicciones cuanto menos curiosas. La primera, es que si una persona está a favor, por ejemplo de la reducción de velocidad pero en contra de la ley antitabaco, puede acabar criticando en un caso los mismos argumentos que usa en el otro, sin darse cuenta siquiera que usa tesis opuestas en cada caso.

La otra contradicción es más seria. La ciudadanía en general se muestra muy activa para criticar estas limitaciones de derechos, pero cuando se trata de derechos más importantes, como los laborales, agachan la cabeza y se conforman con los que les queda, diciendo la famosa retahíla de “al menos sigo teniendo trabajo”



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