sábado, 27 de noviembre de 2010

Una chorrada llamada privacidad

Si estás leyendo esto, es porque tú, al igual que yo y otros muchos, cohabitas en el mundo virtual. Es fácil que rondes por algún que otro foro, tengas una cuenta en facebook, Twitter o Myspace. Puede que también tengas un blog en donde cuentes asuntos más o menos personales. En resumen, es muy probable que participes de un modo u otro en eso que los gurús llaman Web 2.0.

Las redes sociales han cambiado nuestras vidas. Son la nueva revolución. Han convertido la Red, que antes era un compendio de información, en una herramienta básica de comunicación. Comentamos lo que hacemos o pensamos, nos comunicamos con los amigos, mostramos nuestras fotos y videos, nos enteramos de eventos interesantes…

Todo eso está muy bien, pero requiere una dosis de responsabilidad que no todos tenemos. Tenemos que ser conscientes que lo que subimos a la red puede ser visto por más gente de la deseada. Hay que vigilar muy bien qué restricciones ponemos a cada elemento. Tenemos que decidir si es conveniente o no subir cosas muy personales.

Los medios de comunicación están siempre recordándonoslo. Siempre llamando la atención sobre los problemas de seguridad de redes como Facebook, pidiendo siempre que sus políticas sean más estrictas y más comprensibles para el usuario final. Pero ¿para qué? Si al final mucha gente no sabe si sus fotos están de modo que la vean sólo sus amigos o todo el mundo. Hace falta formación y sentido común.

Otra cuestión es qué publicamos, qué decimos, qué imagen damos de nosotros. Parece que la intimidad está en desuso, contamos cosas que en otras circunstancias no diríamos más que a nuestra pareja o a nuestro mejor amigo, y sin embargo en las redes sociales lo soltamos sin pudor. Cosas que seguramente nuestro tío, compañeros de trabajo, o amistades poco íntimas no deberían saber, y sin embargo gracias a la tecnología lo saben.

Nos encontramos ante una banalización de la vida privada, parece que si no lo contamos todo, tenemos algo que esconder. Que no sólo no hay que avergonzarse de lo que hacemos en privado, sino además, gritarlo a los cuatro vientos.

Puede que sea yo el anticuado. Puede que mostrar nuestras interioridades sea como hace años hablar de sexo o lucir un generoso escote. Puede que sea una moralina impuesta por la sociedad, como lo era el sexo antes del matrimonio. Puede que nuestra vergüenza tenga tan poco sentido como la que sentíamos de adolescentes al ir a la farmacia a comprar preservativos. Puede que yo tenga más prejuicios de los que creía. Y puede que la privacidad sea una lacra como tantas otras que haya que eliminar. No lo sé, puede que no sea tan liberal como creía.

Lo que sí sé, es que yo, que a fin de cuentas decido qué contar y qué no de mi vida privada, prefiero guardarme algunas cosas para mí y para las personas que son realmente importantes en mi vida. Los demás, que hagan lo que quieran, que para eso tienen la misma libertad que yo para elegir.


miércoles, 24 de noviembre de 2010

A vueltas con el preservativo

Ayer se publico el libro que recoge la primera entrevista, en la historia del Vaticano, aun Papa. Parecía que en “Luz del Mundo” íbamos a ver por fin un cambio sustancial, llamarlo radical sería ser demasiado osado por mi parte, en la postura que la iglesia mantiene sobre algunos temas. Error de cálculo. Seguimos en las mismas, seguimos viendo una Iglesia que huele a naftalina y que no piensa dar ni un mínimo paso adelante, porque decir que las declaraciones de Ratzinger sobre el preservativo es avanzar, es no querer ver la realidad.

Lo primero que oímos sobre el libro en cuestión fue que Ratzinger aprobaba el uso del preservativo en algunos casos. Parecía que un mínimo de cordura había hecho mella en la iglesia. Mentira.
Resulta que ahora nos dicen que el preservativo puede ser un medio para evitar el contagio del Sida (hace apenas una semana recogía las palabras de una monja y de un erudito de Harvard que opinaban todo lo contrario, pero vale)
Recordemos que hace cuando en Marzo del pasado año visitó el continente africano, el más castigado por el SIDA, sus declaraciones fueron “El SIDA no puede resolverse con la distribución de condones, que al contrario, su uso agravaba el problema” y recordaba que el Vaticano se opone a cualquier tipo anticonceptivo que no sea la abstinencia, y condenaba el uso del preservativo aunque fuera con fines profilácticos.

Pero resulta que de amplitud de miras nada de nada, según Lombardi -portavoz oficial del Vaticano - Benedicto XVI
"no está justificando moralmente el ejercicio "desordenado" de la sexualidad, sino que considera que el uso de profiláctico para disminuir el riesgo del contagio del sida "es un primer acto de responsabilidad, un primer paso hacia una sexualidad más humana".

Ve bien, o eso nos quiere hacer creer, el uso del preservativo en las prostitutas, pero sigue puntualizando
"Por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo y este puede constituir el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar otra vez la conciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiera".

Usar el preservativo es sinónimo de moralización o es que me he perdido algo? acaso al usarlo se da cuenta de que es una inmoral que arderá en los infiernos?

Por suerte hay voces disconformes con todo esto y que nos vienen a decir lo que todos veíamos y sabíamos, que nada ha cambiado. El teólogo Juan José Tamayo, en una entrevista en la cadena Ser dice que no aprecia cambio alguno en unas declaraciones de Benedicto XVI

La sexualidad solo tiene un fin, la reproducción, con lo cual el uso de anticonceptivos está mal visto. La natalidad debe regularse de manera “natural”, es decir volvemos a la abstinencia mencionada ya anteriormente. Que ya hemos dicho antes que la sexualidad no puede ser considerada cualquier cosa, no señor, tiene que ir íntimamente ligada con la fertilidad. Y sino eres fértil no tienes derecho alguno a gozar de tu sexualidad.
Todo lo referente al sexo sigue estando solo relacionado con la procreación de la especie y en caso contrario es ilegal e inmoral.

Los homosexuales tienen que ser respetados y no deben ser discriminados, pero volvemos con lo apuntado en el párrafo anterior, si su sexualidad no está pensada en la reproducción caen en pecado y arden en los infiernos. Curas homosexuales ni de coña ya que según ellos el celibato perdería todo su sentido, eso por no hablar de que la homosexualidad no es moralmente justa.
Este trozo me recuerda aquello tan divertido de las peras con las peras y las manzanas con las manzanas... ay madre lo que hay que oír.

Todo ello en pleno siglo XXI. Vivir para ver.



domingo, 21 de noviembre de 2010

Lavando más blanco

Aún no sé qué pasará en un futuro próximo con la publicidad en televisión. El aumento de oferta de canales, la especialización de temáticas y la fragmentación de la audiencia hará que, por narices, el mercado tenga que cambiar. ¿Qué habrá más anuncios para compensar la bajada de precio del espacio? Puede. ¿Qué habrá más cortes publicitarios y menos anuncios en cada uno? Quién sabe. ¿Qué eliminarán los anuncios totalmente? Eso no… ni la vejiga ni el estómago lo aceptaría.

El caso es que actualmente hay mucha publicidad en televisión (y en las calles y en internet y hasta en las cosas que no son gratis). Tanta, que a veces parece que estamos viendo anuncios que cortan para poner trocitos de película. Sobre todo en algunos canales privados.

Los anuncios intentan vendernos algo. Para conseguirlo, han de convencernos que queremos o necesitamos lo que nos ofrecen. Así que nos dicen que sus productos son mejores que los de la competencia.

Coches más rápidos (cuando en España no se puede circular a más de 120 Km/h), con mejor diseño o más seguros (hay una guerra de siglas que ya nadie entiende). Productos de alimentación más sanos o que nos ayudan con ciertos problemas (¿cuánta gente ha dejado de cagar para ir a tener su ”momento all bran”?). juguetes más divertidos, fragancias que te hacen irresistible, mil y un productos que te harán subir unos cuantos peldaños en la escala social… Y, por supuesto, productos de limpieza que lavan más blanco, o mantienen mejor los colores.

A mi los anuncios de detergentes me parecen muy divertidos. Están muy estereotipados, hasta el punto que debe ser de los pocos campos donde han desistido de intentar ser políticamente correctos. Durante medio siglo, los anuncios han sido (salvo escasas excepciones), muy similares, lo cual sorprende en una sociedad que ha avanzado muy rápidamente.

Siempre que sale un nuevo modelo de detergente, es el producto definitivo, que produce una blancura perfecta (“más blanco no se puede, decían hace treinta años”). El producto anterior dejaba un tono amarillento que demostraba su falta de saber hacer. Claro que el siguiente detergente que sacaban, demostraba que este blanco insuperable sólo era un amarillo muy clarito.

Cada vez inventaban algo nuevo que justificaba esas palabras. Hace años, el detergente se vendía en grandes cubos que después los pequeños usábamos de asiento o de tambor. Después llegaron a la miniaturización, productos concentrados que con menos peso, eran igual de efectivos, o incluso mejores. Más tarde, empezaron a añadirles ingredientes milagrosos. Para que la gente se lo creyera, tintaron parte del detergente para que el producto “milagroso se viera”. Después llegó la moda de meterlo directamente en la cuba, las pastillas compactas para no manchar, y los productos líquidos y en gel. Más tarde llegarían otros productos milagrosos como la lejía que no es lejía o el oxígeno activo. Ahora me dicen que hay unos cristales que dejan el oxígeno activo a la altura del betún.

Todo más cómodo, todo más avanzado, todo limpia mejor.

Hasta que llegó un día y en un anuncio nos dijeron que todo eso estaba muy bien, pero que lo que de verdad funcionaba, era el jabón de Marsella que usaba la bisabuela.

Así que después de medio siglo de avances, hemos acabado usando el mismo producto que hace cien años.

Me encanta el progreso

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ratzinger, homosexualidad, sida y otras menudencias.

A pesar de haber sido educada en una familia católica y mayoritariamente practicante, nunca me he sentido cerca de la iglesia y ya hace muchos años que decidí que ni tan solo me sentía católica.
No es que me sienta cercana a ninguna otra religión, todas me merecen el mismo respeto y la misma opinión. Dejémoslo en que soy atea. Y que este ateísmo, que me ha costado más de una bronca familiar, se ve reforzado en ciertas ocasiones. La última durante la visita de Benedicto XVI a Santiago y Barcelona.

Durante el trayecto de Roma a Santiago, Ratzinger se dirigió a los periodistas que le acompañaban en dicho vuelo, y en un perfecto español soltó “En España ha nacido un laicismo y un anticlericalismo fuerte y agresivo como el de los años treinta".
Dejando de lado que a Ratzinger se le recibió como Jefe de Estado (que lo es) - cuando su visita era como jefe espiritual de la iglesia católica- estás declaraciones solo pueden ser tomadas como una falta de respeto hacia el país anfitrión.
Si en los años treinta aquí se quemaban iglesias y conventos, habría que recordar que en este mismo periodo, Joseph Ratzinger pertenecía a las juventudes hitlerianas, que precisamente no eran hermanitas de la caridad.

Amén de eso, al buen Ratzinger, se le olvida que España, según el articulo 16 punto 3 de su constitución, es un país laico aconfesional, en el que se rinde un culto casi exagerado a todas las tradiciones católicas.

Si nos centramos en la parte económica de la visita vemos que en plena crisis económica que tiene a España sumida en un caos, tuvimos durante el fin de semana del 6 y 7 de noviembre, circulando por las calles de Santiago y Barcelona al taxi más caro del mundo. Se llama papamóvil, y cada hora de trayecto sale por la friolera de 800.000 euros. Pero es que para rizar el rizo, los dos papamóviles que llegaron a España, lo hicieron a bordo de un avión Hércules, perteneciente al ejército español. Es decir fue el dinero del contribuyente el que pagó el traslado del vehículo de Ratzinger.

A ello podemos sumar que los comerciantes de ambas ciudades se quejaban que por culpa de las extensas medidas de seguridad, perdieron dinero durante la visita papal, tenemos un catorce en la quiniela de despropósitos.

Podemos dejar de lado lo que atañe directamente a Benedicto XVI y centrar en los “daños colaterales” que son aun más “divertidos”
El pasado sábado, 13 de noviembre, veía en televisión un reportaje elaborado durante la visita de Ratzinger a Barcelona. De todo lo que contaron dos fueron las cosas que hicieron que por poco cayera del sofá presa de un ataque de risa.

La primera fueron las declaraciones de una monja, quien toda convencida soltó que el preservativo no es un método preventivo del Sida, ya que por los poros del mismo se cuelan el virus de dicha enfermedad – si, esta misma cara que estáis poniendo es la que se me quedo a mi- pero es que para colmo de despropósitos va la periodista que estaba en plató, Isabel Duran y suelta que Green de la Universidad e Harvard también sostiene esa teoría y apoya, ella, que lo mejor es la abstinencia.¡ Ay madre!
Lo que dice Green es que los preservativos fallan una de cada diez veces por lo cual él opina que no son un arma lo suficientemente buena para evitar el Sida, sino que es como jugar a la ruleta rusa.... cazurros, retrógrados hay en todas partes, Harvard no iba a ser menos.

El segunda es el la explicación que dan los transeúntes que habían acudido a ver a Benedicto XVI.
Mientras una pareja de jóvenes nos ilustra diciendo que la homosexualidad es contra natura ya que los animales nunca se aparean macho con macho, una señora muy digna ella, nos cuenta que la familia está compuesta por un hombre y una mujer, que así lo dice Dios y así debe de ser. A lo que yo le preguntaría ¿cuándo vive, solo, una madre con sus hijos no lo podemos considerar familia? ¿y si en una casa habitan varias hermanas juntas, acaso no es una familia, es un aquelarre?
Un personajillo suelta que la homosexualidad se produce por una comida de coco de ciertos ámbitos políticos y que tiene cura, que solo es cuestión de terapia (¡¡ como no!!)
Y yo le preguntaría a tan ducha persona ¿qué podemos hacer por ellos, darles radioterapia a las células homosexuales igual que se la damos las células cancerígenas?

domingo, 14 de noviembre de 2010

Sobreprotección

Vivimos una auténtica invasión de productos saludables. El supermercado está lleno de productos bajos en grasa, que ayudan a eliminar el colesterol, que refuerzan las defensas, que facilitan el movimiento intestinal. Los yogures ya no son lo bastante saludables, hay que sustituirlos por un sucedáneo hecho de soja.

Y los productos de limpieza no se quedan atrás. Ya no bastan los jabones, detergentes y limpiadores habituales. Ahora nuestra vida depende de que sean además, antibacterias.

Centrémonos un poco. Si bien es importante cuidar la alimentación y mantener unas normas de salud e higiene, parece absurdo llegar a estos niveles.

En mis tiempos (¡dios mío, estoy hablando como mi padre!) nuestra alimentación era más mundana, con pocos productos preparados, casi todo se compraba en el mercado. La leche era sana siendo simplemente leche (si miramos los envases que venden actualmente, vemos que muchos no son de leche, sino de “preparados lácteos”, no necesitábamos refuerzos alimenticios y el suelo se fregaba con un limpiador al que, como mucho, se le añadía un chorro de lejía. Y vivimos para contarlo.

Nos hemos convertido en unos timoratos que tenemos miedo a lo que no podemos ver, aunque siempre hayamos convivido con ello. Hemos dejado de confiar en el saber hacer de nuestro cuerpo, de nuestro sistema inmunitario. Nos hemos vuelto unos paranoicos de la salud. Y esto es muy peligroso y a la vez contraproducente.

Los niños actuales desde que nacen están envueltos en este entorno de seguridad artificial que hemos creado. No les desinfectan los biberones hirviéndolos en agua, hay que añadir unas pastillas antibacterianas, porque lo que no nos ha matado a nosotros puede matarles a ellos. A la mínima que tosen, los padres se asustan y los llevan al médico, donde si no les dan mil medicamentos para que se cure inmediatamente presentan una queja al defensor del paciente. Cuando crecen, salen cada vez menos a jugar, se quedan en su casa. Mejor para los padres porque así saben que no se harán daño. No basta con las comidas habituales, hay que darles complejos vitamínicos o Actimel. Y así con todo.

El cuerpo humano tiene unas defensas naturales, un sistema inmunológico. Esas defensas han de estar expuestas a los virus y bacterias presentes en la naturaleza, que nos ataquen y que enfermemos para aprender a defenderse de los mismos ataques en el futuro. Y con tanta protección, no hay una exposición suficiente y el sistema inmunológico no se desarrolla correctamente. Y cuando se enfrenta a enfermedades comunes, como un simple resfriado, el cuerpo no sabe cómo actuar y en lugar de curarlo en unos días, puede acabar derivando en patologías más graves.

Y es que vivir en un mundo demasiado sano puede llevarnos, paradójicamente, a pasar más tiempo en el hospital con enfermedades más graves, o enfermedades leves mal curadas.

viernes, 12 de noviembre de 2010

De Princesas y Princesitas

Soy republicana por convencimiento y con convicción. El ciudadano Juan Carlos, como diría mi admirada Pilar Rahola, me merece el mismo respeto y la misma simpatía que el vecino del quinto y ya aviso que esta última es más bien poca.
Por no ser no soy ni Juan carlista, termino que últimamente vengo oyendo muchísimo y que viene a decir que de monárquico se es más bien poco, pero que Juan Carlos cae muy bien. He llegado a leer declaraciones de una actriz, Marisa Paredes, que se declaraba Republicana y Juan carlista .No acabo de entenderlo (que se sea Juan carlista pero no Monárquico y menos que se sea Republicano), pero vale aceptamos pulpo como animal de compañía.

Recuerdo cuando se hizo oficial el noviazgo de Felipe con Letizia. Hablaba yo con una antigua amiga (antigua no por años, sino porque esa amistad ya caduco cual yogurt) quien me decía que a ella no le gustaba la elección, que era una plebeya divorciada. Vaya Sacrilegio!
Y cuando yo le respondía que a mi me daba lo mismo con quien decidiera casarse Felipe, me recriminaba que a fin de cuentas esa señorita iba a representarnos a todos los españoles. Ah no, amiga, eso si que no, a mi no me representa en nada y para nada, que yo de Familia Real no uso (y me calle que de otras cosas de las que había dicho tampoco).
No lo entendía, no entraba en su hueca cabecita que no me sintiera representada por esa familia tan chupi guay que habita en el palacio de la Zarzuela, llegó a decirme que es que me lo miraba mal. Si mal lo miro, ya que cuando lo hago solo veo una panda de chupópteros que viven a expensas del pueblo, pero eso también es una visión muy mia.

Pero a lo que realmente iba. Si ya de entrada no soy monárquica, y todo lo que huele a tan rancia institución me da urticaria, no queráis saber lo que me produce que a una mindundi de tres al cuarto se le de el apodo de “Princesa del Pueblo”. Y no, esta vez no hablo de Letizia, de quien también se dijo que lo era (o se dice aun no lo se), al ser una persona que de él proviene y quien a fin de cuentas si lo es, al menos del pueblo que así lo sienta.
Hablo de la verdadera, de la auténtica, de la sin par (por suerte)... Belén Esteban. La persona con menos “saber estar” que he visto en mi vida. La persona más barriobajera que se ha sentado en un plató de televisión... esa que vemos a todas horas y en todos los programas habidos y por haber.
Ese personajillo al que llevamos aguantando, la friolera de diez años, invadiendo nuestras pantallas día si día también. Ese fenómeno sociológico digno de estudio. Fenómeno si que es, lo de sociológico lo pondré en cuarentena. Y digna de estudio también, seguro que nos da alguna pista más que los restos hallados en Atapuerca.

Ya podéis deducir lo bien que me cae el personaje en cuestión. Y no es nada personal contra ella, ni mucho menos. A quien no soporto es al personaje, que no a la persona, principalmente porque a la segunda no la conozco de nada y no soy nadie para opinar sobre ella. Pero del personajillo en cuestión tengo todo el derecho a opinar, criticar o lo que me salga de la peineta, que por eso está en la palestra.

Al grano, estaremos de acuerdo que si en programas y platós televisivos no se le hubiera dado la importancia, excesiva, que se le ha dado, la moda “Esteban” hace años que hubiera caducado. Pero Belén es rentable, Belén es audiencia y alta muy alta, y ya habíamos comentado que el Share es lo que manda en esta vida, lo demás – léase la integridad psicológica del pobre telespectador – importa poco por no decir nada.
Belén vende y como vende hay que sangrarla hasta que no quede ni una gota. Y en ello está Tele cinco, su cadena.

No contentos con meternos a la Esteban hasta en la sopa, van y se sacan de la manga todo un documental, que se estrena en primicia en los cines Palafox de Madrid al más puro estilo de estrella Hollywood, y que semana después nos enchufaron en la susodicha cadena en dos entregas.
El documental en cuestión lo titulan, como no, “La princesa del pueblo” titulo del que la de San Blas se siente orgullosísima. Un equipo de más de 20 profesionales entre psicólogos, sociólogos, escritores, publicistas, filósofos, políticos y periodistas analiza en él las claves que han convertido la vida de la colaboradora en un fenómeno mediático.
No contentos con todo ello, nos dan a entender que la de San Blas podía presentarse a las elecciones y ser la tercera fuerza más votada del país. Solo de pensarlo me dan ganas de declarar la República independiente de mi casa (gracias Ikea por tan logrado slogan)
Amén de tener la desfachatez - y repito que lo mio no es la monarquía ni de lejos, pero hay cosas que claman al cielo – de compararla con Letizia Ortiz.

Debe ser que hemos entrado en pre campaña (las elecciones a la Generalitat de Catalunya son el 28 de este mes) y solo de pensar que podía votar al partido de la Esteban me pone enferma. O que cada vez que pongo la tele tengo que ver a la Esteban con sus chabacanerías y sus comportamientos fuera de tono... o que estoy ovulando, no lo tengo muy claro, pero el caso es que empiezo a estar cansada de tanta princesa del pueblo y me da por gritar a los cuatro vientos que soy republicana.

Si ya nos lo decían “Spain is different”.


jueves, 4 de noviembre de 2010

¿Ya es Navidad?

No ha terminado aún Octubre y en el hipermercado donde realizo la compra semanal ya andan poniendo turrones. En el expositor de al lado tenemos aun las castañas, moniatos y panellets (soy catalana y es la tradición en mi tierra) que toca comerse en estas fechas. Pero los turrones ya están ahí.

Abro mi correo electrónico y veo que tengo uno del vivero donde suelo comprar mis plantas y florecitas - lugar donde además venden todo tipo de velas, cositas variadas para la decoración de tu casa así como complementos y comida para mascotas - ya me anuncian que a principios de noviembre abrirán la sección navideña. Estos al menos dejan pasar el día de difuntos sin la alegría pre navideña (para mi equiparable a la premenstrual... amos que de alegría poca por no decir nada).Deben separarlo dos días en el tiempo por no agobiarse y en vez de un ramo de crisantemos darle a la apenada familia, que va camino del cementerio, un ramo de muérdago o uno de bolitas para el árbol, quedaría feo.

Las tiendas de mi pueblo ofrecen lotería navideña desde hace unas tres semanas. Y las noticias de Telecinco nos cuentan que en Madrid han empezado a colgar las luces, típicas de estas fechas, cuando aun no estamos en Noviembre. Aun no lo he visto, pero sospecho que en Barcelona pasa lo mismo.

Porque no respetamos un poco el calendario y vamos por orden cronológico?
A ver... no se quien es el cerebro de este avance navideño o si también de eso tenemos que darle la culpa a la crisis o al gobierno- total ya están acostumbrados a cargar con todas las culpas habidas y por haber – pero mi lógica me indica que a medianos/finales de Octubre lo que toca es celebrar la castañada, la noche de difuntos o si nos invade el espíritu americano Halloween, pero no la Navidad.

A mi lo único que me produce este adelanto, cada año más patente, de las fiestas navideñas es hartazgo. Cuando llegan los días señalados me sale el turrón por las orejas, aunque no lo haya probado aun, odio los villancicos que hace más de un mes que suenan, empalagosamente, por todas partes y solo me quedan ganas de atascar la chimenea para que el pobre Santa Claus se vuelva a su país, pero esta es otra historia que contaré otro día. Y me da en la nariz que no soy la única “rarita” a quien le ocurre esto.

martes, 2 de noviembre de 2010

De publicidad y votos

Hoy es el primer martes de noviembre de un año par. Eso significa que en Estados Unidos hay elecciones, en este caso a la cámara de representantes, al senado y a gobernador de distintos estados.

No voy a hablar de demócratas y republicanos, de si es merecido el varapalo que previsiblemente se va a llevar el partido de Obama o del movimiento ultraconservador republicano llamado Tea Party. Todo eso es para los analistas de una y otra ideología. Vengo a hablar de campañas electorales.

Leo en El País que la campaña electoral para las elecciones de hoy han batido todos los records de gasto, a pesar de la crisis que haría parecer lo contrario. Concretamente se ha superado la barrera de los tres mil millones de dólares.

Es cierto que las leyes estadounidenses en cuestiones como campañas electorales y financiación de los partidos. En España las donaciones a los partidos están muy controladas, y cualquier recepción de dinero que no entre en los supuestos descritos incurre en un delito de financiación irregular. En Estados Unidos tanto las aportaciones anónimas como las de empresas están permitidas sin límite, con lo que el acceso a la financiación es mucho más sencillo. Otra cuestión es la contrapartida de los partidos ante esas “aportaciones desinteresadas”.

Pero, salvando las diferencias normativas y culturales, en ambos lugares la tendencia es similar. Cada vez más gasto en campaña, con mitins espectaculares, con juegos de luces, animación y mucha fiesta. Viajes relámpago para visitar varias ciudades en un solo día. Eslóganes muy medidos, y elementos visuales llamativos y reconocibles.

En resumen, se gasta más para convencer, pero aportando pocas ideas y poco programa, que suele limitarse a ideas sencillas de fácil asimilación que rayan lo demagógico. Discursos simplistas soltados a voz en grito que buscan más la aceptación ideológica que la exposición de ideas de un modo racional.

Incluso los debates, cuando se producen (ahí si nos llevan mucha ventaja al otro lado del charco) están completamente medidos y guionizados. Están organizados de modo que cada candidato puede seguir su discurso sin verse comprometido por preguntas incómodas o incluso por el discurso del rival, ya que se limitan a repetir sus consignas sin prestar atención a lo que dice el contrario.

Vivimos en una sociedad de consumo, donde nos vemos invadidos por publicidad y propaganda a todas horas y en todo lugar. Estamos acostumbrados. Y es normal que las campañas políticas sean también publicitarias. Pero un alto porcentaje de ciudadanos va a tomar una decisión que afectará a la vida de todos durante los próximos años sin tener la información suficiente, basándose en ideologías más que en ideas, y habiendo escuchado sólo demagogia e insultos.

Y eso, es muy peligroso.