viernes, 12 de noviembre de 2010

De Princesas y Princesitas

Soy republicana por convencimiento y con convicción. El ciudadano Juan Carlos, como diría mi admirada Pilar Rahola, me merece el mismo respeto y la misma simpatía que el vecino del quinto y ya aviso que esta última es más bien poca.
Por no ser no soy ni Juan carlista, termino que últimamente vengo oyendo muchísimo y que viene a decir que de monárquico se es más bien poco, pero que Juan Carlos cae muy bien. He llegado a leer declaraciones de una actriz, Marisa Paredes, que se declaraba Republicana y Juan carlista .No acabo de entenderlo (que se sea Juan carlista pero no Monárquico y menos que se sea Republicano), pero vale aceptamos pulpo como animal de compañía.

Recuerdo cuando se hizo oficial el noviazgo de Felipe con Letizia. Hablaba yo con una antigua amiga (antigua no por años, sino porque esa amistad ya caduco cual yogurt) quien me decía que a ella no le gustaba la elección, que era una plebeya divorciada. Vaya Sacrilegio!
Y cuando yo le respondía que a mi me daba lo mismo con quien decidiera casarse Felipe, me recriminaba que a fin de cuentas esa señorita iba a representarnos a todos los españoles. Ah no, amiga, eso si que no, a mi no me representa en nada y para nada, que yo de Familia Real no uso (y me calle que de otras cosas de las que había dicho tampoco).
No lo entendía, no entraba en su hueca cabecita que no me sintiera representada por esa familia tan chupi guay que habita en el palacio de la Zarzuela, llegó a decirme que es que me lo miraba mal. Si mal lo miro, ya que cuando lo hago solo veo una panda de chupópteros que viven a expensas del pueblo, pero eso también es una visión muy mia.

Pero a lo que realmente iba. Si ya de entrada no soy monárquica, y todo lo que huele a tan rancia institución me da urticaria, no queráis saber lo que me produce que a una mindundi de tres al cuarto se le de el apodo de “Princesa del Pueblo”. Y no, esta vez no hablo de Letizia, de quien también se dijo que lo era (o se dice aun no lo se), al ser una persona que de él proviene y quien a fin de cuentas si lo es, al menos del pueblo que así lo sienta.
Hablo de la verdadera, de la auténtica, de la sin par (por suerte)... Belén Esteban. La persona con menos “saber estar” que he visto en mi vida. La persona más barriobajera que se ha sentado en un plató de televisión... esa que vemos a todas horas y en todos los programas habidos y por haber.
Ese personajillo al que llevamos aguantando, la friolera de diez años, invadiendo nuestras pantallas día si día también. Ese fenómeno sociológico digno de estudio. Fenómeno si que es, lo de sociológico lo pondré en cuarentena. Y digna de estudio también, seguro que nos da alguna pista más que los restos hallados en Atapuerca.

Ya podéis deducir lo bien que me cae el personaje en cuestión. Y no es nada personal contra ella, ni mucho menos. A quien no soporto es al personaje, que no a la persona, principalmente porque a la segunda no la conozco de nada y no soy nadie para opinar sobre ella. Pero del personajillo en cuestión tengo todo el derecho a opinar, criticar o lo que me salga de la peineta, que por eso está en la palestra.

Al grano, estaremos de acuerdo que si en programas y platós televisivos no se le hubiera dado la importancia, excesiva, que se le ha dado, la moda “Esteban” hace años que hubiera caducado. Pero Belén es rentable, Belén es audiencia y alta muy alta, y ya habíamos comentado que el Share es lo que manda en esta vida, lo demás – léase la integridad psicológica del pobre telespectador – importa poco por no decir nada.
Belén vende y como vende hay que sangrarla hasta que no quede ni una gota. Y en ello está Tele cinco, su cadena.

No contentos con meternos a la Esteban hasta en la sopa, van y se sacan de la manga todo un documental, que se estrena en primicia en los cines Palafox de Madrid al más puro estilo de estrella Hollywood, y que semana después nos enchufaron en la susodicha cadena en dos entregas.
El documental en cuestión lo titulan, como no, “La princesa del pueblo” titulo del que la de San Blas se siente orgullosísima. Un equipo de más de 20 profesionales entre psicólogos, sociólogos, escritores, publicistas, filósofos, políticos y periodistas analiza en él las claves que han convertido la vida de la colaboradora en un fenómeno mediático.
No contentos con todo ello, nos dan a entender que la de San Blas podía presentarse a las elecciones y ser la tercera fuerza más votada del país. Solo de pensarlo me dan ganas de declarar la República independiente de mi casa (gracias Ikea por tan logrado slogan)
Amén de tener la desfachatez - y repito que lo mio no es la monarquía ni de lejos, pero hay cosas que claman al cielo – de compararla con Letizia Ortiz.

Debe ser que hemos entrado en pre campaña (las elecciones a la Generalitat de Catalunya son el 28 de este mes) y solo de pensar que podía votar al partido de la Esteban me pone enferma. O que cada vez que pongo la tele tengo que ver a la Esteban con sus chabacanerías y sus comportamientos fuera de tono... o que estoy ovulando, no lo tengo muy claro, pero el caso es que empiezo a estar cansada de tanta princesa del pueblo y me da por gritar a los cuatro vientos que soy republicana.

Si ya nos lo decían “Spain is different”.


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