martes, 14 de diciembre de 2010

Y encima agradecidos

Estamos en crisis. Muchas empresas cierran, otras reducen plantilla y hacen expedientes de regulación de empleo. Actualmente hay cuatro millones de parados en España. Y realmente nadie sabe si esto durará mucho o poco, aunque la sensación generalizada es que va para largo.

Los que conservan su trabajo, aunque la crisis la vivan de un modo más relativo, también tienen sus problemas. Los empresarios, por necesidad o aprovechando la coyuntura, presionan más a los trabajadores. Para presionar usan frases como “la cosa está muy chunga”, “todos debemos poner de nuestra parte” y lindezas similares. Lo que no dicen, pero insinúan, es que fuera hay esperando mucha gente dispuesta a hacer el mismo trabajo, por menos dinero y sin protestar.

Así que no es extraño ver que muchos currantes callan y acatan, por miedo a perder su trabajo. Tocará trabajar más, con menos derechos, y tendrá suerte si el año que viene no le bajan el sueldo.

Después, llega a casa, o se reúne con los amigos, y se queja de los problemas que tiene. Y, en lugar de recibir comprensión de su familia y amigos, recibe como respuesta “no te quejes, que tú al menos tienes trabajo”.

Centrémonos un poco. Es cierto que hay cuatro millones de parados (a saber cuántos realmente no tendrán trabajo, porque con el nivel de economía sumergida que hay son muchos los que no trabajan sólo “oficialmente”), es cierto que la crisis es dura y que todos tenemos que poner nuestro granito de arena.

Pero lo que también es cierto es que los recortes en los derechos que se están produciendo no están completamente justificados en la coyuntura económica, muchos empresarios aprovechan para recortar más de lo necesario. Y también es cierto que estos recortes son para siempre, cuando acabe la crisis los empresarios volverán a tener los beneficios de antes, pero los trabajadores no recuperaremos nuestros derechos.

Y encima, hay que estar agradecidos. Que nos lo diga el jefe, se puede entender, es el que ha de vender sus medidas de contención de gasto. Que nos lo diga la familia, o los amigos, supone que nosotros, como personas, hemos aceptado que realmente no tenemos derechos, que no tenemos nada que hacer ante los poderes económicos, y supone cavar nuestra propia tumba como sociedad.

Voy a proponer una cosa. Ya que lo importante es conservar el trabajo, y a cambio estamos dispuestos de deshacernos de todos los derechos que tantos años ha costado conseguir, vamos a volver a la antigua esclavitud. Esa que fue abolida en 1837, no la esclavitud moderna que sufren muchos trabajadores de facto. A fin de cuentas, aceptamos lo que sea por tener trabajo fijo, y de esta manera, al menos, tenemos garantizada la comida y el techo. Cosa que con las condiciones actuales no tenemos garantizado.

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